Especial inteligencia emocional: niños con talento para vivir

Tener un coeficiente intelectual elevado ya no es suficiente para tener éxito en la vida. Tan  importante como eso, es desarrollar -desde la infancia- habilidades sociales y emocionales para ser personas felices, confiadas y con capacidad para enfrentar contratiempos y superar obstáculos.

Los padres que manifiestan la ternura y el amor, generan en sus hijos efectos muy positivos. En lo cognitivo, estos serán alumnos más eficaces, con mayor concentración y con menores interferencias afectivas.

Las capacidades emocionales

El autoconocimiento es una de estas habilidades, e implica enseñar a los niños a conectarse con sus estados internos, a hablar de sus ideas, emociones, sueños y capacidades.

La empatía es, sin duda, una de las habilidades más importantes de entrenar. Es la capacidad de captar los sentimientos, necesidades e intereses de los demás y de ponerse en el lugar del otro.

Juegos y conducta

Es  en la edad preescolar cuando conviene estimular habilidades a través de enseñanza directa, por ejemplo, contando cuentos, enseñando a decir “buenas tardes”, “por favor”, y señalando explícitamente qué cosas producen daño a otro y, por lo tanto, no deben hacerse.

En la etapa escolar el menor tiene más perspectiva de su entorno, y por ello conviene trabajar con aprendizaje por descubrimiento y juego de simulación de roles, de manera de entrenar sus emociones, actuando o imitando a otros con diversas características. (Llorones, desobedientes, alegres, tímidos etc.)

Si bien este tipo de actividades es recomendado, en todas las edades, el aprendizaje más importante es por “modelaje”, ya que así se adquiere el 80% de la conducta.

Los niños aprenden las palabras con las palabras que le hablan sus padres y la forma en que los tratan. La clave está en predicar con el ejemplo y trabajar en la educación de las emociones de los hijos, así serán niños más seguros de sí mismos, más sociables, felices, considerados y armoniosos.

I

 Los cinco principios básicos

Los expertos plantean que la personalidad se desarrolla a raíz del proceso de socialización, en la que el niño asimila las actitudes, valores y costumbres de la sociedad. Y son los padres los principales encargados de contribuir en esta labor, a través de su amor y cuidados, de la figura de identificación que representan para los hijos, ya que son agentes activos de socialización. Es decir, la vida familiar será la primera escuela de aprendizaje emocional.

Así también influye el mayor número de experiencias del niño en el desarrollo de su personalidad. De esta forma, al controlar la mayor parte de las experiencias de los menores, los papás contribuyen al desarrollo de la cognición social. Por lo tanto, como son el principal modelo de imitación de los hijos, lo ideal sería que, como padres, ejerciten su propia inteligencia emocional para que los niños puedan adquirir esos hábitos.

 

He aquí  5 principios básicos para que los padres apliquen en su vida diaria:

  • Ser consciente de los propios sentimientos y de los sentimientos de los demás.
  • Mostrar empatía y comprender los puntos de vista de los otros.
  • Hacer frente de forma positiva a los impulsos emocionales y de conducta, junto con regularlos.
  • Plantearse objetivos positivos y trazar planes para alcanzarlos.
  • Utilizar las dotes sociales positivas a la hora de manejar las relaciones.